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lunes, 18 de abril de 2022

AUTORRETRATOS DESNUDOS EN LA NATURALEZA

 


Editor: Pedro Taracena Gil

COP 26- Autorretratos desnudos en la naturaleza.

COP 26- El fotógrafo Gaspard Noël ofrece autorretratos desnudos en la naturaleza, un enfoque "instintivo y militante" vinculado al medio ambiente.





Gaspard Noël vive en Lille desde hace 6 años. El fotógrafo está realizando actualmente una nueva serie de autorretratos, denominados Oxygene, para los que se fotografía a sí mismo desnudo en los árboles de Hauts-de-France.

Es un patio de recreo universal. ¿Qué niño nunca se ha subido a las ramas de los árboles? A su vez, baluartes inexpugnables de una batalla imaginaria, refugios solitarios propicios para la reflexión o simples vistas de la naturaleza circundante, los árboles están por todas partes del planeta, o casi.

“Yo, que me gusta teorizar indiscriminadamente, no quiero hacerlo con respecto a mi relación con los árboles. Los quiero. Es todo." Gaspard Noël es fotógrafo. Encontró en Lille y su región “un espacio arbóreo compatible con una forma humana”.
Árboles familiares





Alrededor de la Ciudadela, en el Jardin des Plantes, los parques de Lille y cerca como en el parque Barbieux de Roubaix, pero también en el de Héron o el bosque de Phalempin, la elección es amplia. “Estos árboles me interesan por la sencilla razón de que están allí. Estos son los árboles que encantan mi vida diaria. Para mí valen tanto como los demás ".

Me gustaría ponerme en contacto, intercambiar, con cada uno de los árboles de la región. Gaspard Noël

Gaspard Noël ha titulado su nueva serie de autorretratos “Oxígeno”. Cuando le preguntamos al fotógrafo sobre el vínculo que lo une a los árboles, describe una relación especial: “Me gustaría entablar una relación, intercambiar, con cada uno de los árboles de la región. Una fotografía materializa un vínculo, un hilo. Esta serie es como un lienzo. El lienzo, un asiento en la realidad. Quiero 'estar con' y paso mucho tiempo en los árboles”.

Panoramas extraordinarios





Por eso, cada semana, el artista de treinta años va al bosque para volver con decenas de imágenes y montar sus panoramas. Trabaja con un trípode con una Nikon D850 y tres distancias focales fijas: 50 mm, 100 mm y 300 mm. Sus fotografías se toman con el temporizador automático o el temporizador de intervalos. Están reelaborados pero todo es cierto.

La noción de panorama implica un ensamblaje de fotografías. “Presento a varios personajes en mis producciones y trabajo solo. Entendemos la necesidad de "recortar" los distintos protagonistas para plasmarlos en una misma imagen”.

Sin embargo, ¡no se trata de imaginar que su personaje está colocado artificialmente en el paisaje! “Si me ven colgando de mis pies en una rama, en realidad estaba enganchado por los pies en esa rama. Nunca separo un cuerpo de su entorno, nunca muevo nada. Me limito a aplanar los mismos momentos de imagen que, en realidad, no sucedieron simultáneamente".

Desnudo para volverse uno con la naturaleza




Para Gaspard Noël, la desnudez es ante todo un medio, un atajo fácil que permite la experiencia: “porque no estamos acostumbrados a estar desnudos frente al mundo, desnudarnos activa todo un arsenal de sensores”. La desnudez también induce una forma de sinceridad, incluso humildad según el fotógrafo. “A la menor ráfaga de viento, temblamos. Al menor rasguño, sangra. Bajo el sol, sobre el hielo, entre las ortigas, ardemos”.






Cada autorretrato es el resultado de algún tipo de ritual. Durante más de 20 años que los ha estado fabricando en todo el mundo, ha adquirido habilidades automáticas para manejar su dispositivo. Sabe instintivamente cuánto tiempo le llevará llegar al lugar de la pose, el espacio en el que puede moverse sin salir del encuadre. Y, sin embargo, sus imágenes parten de una pura singularidad: "el encuentro de mi cuerpo con una disposición del mundo que nunca había conocido hasta entonces".

Gaspard Noël busca descubrir, definir y materializar, a través del autorretrato, una forma de relación justa con el mundo. Su relación con la naturaleza es instintiva y militante. Instintivo, porque le resulta obvio. “Venimos de la naturaleza. Hemos crecido gracias y con él. Es fundamental estar en contacto con ella”. Y el fotógrafo aclara su pensamiento: “nuestras peculiaridades de los humanos no nos colocan por encima de ella, debe haber una forma correcta de ser los grandes simios hiperactivos e hipercreativos que somos sin poner en peligro el ecosistema del planeta”.

Un acto militante y familiar





Mientras la COP 26, una conferencia climática internacional, se lleva a cabo en Glasgow, el artista-fotógrafo se compromete. La humanidad todopoderosa y conquistadora, eventualmente victoriosa en su carrera tecnológica contra la autodestrucción, lo asusta.

Sueño con una vida reflexiva, compleja, sensorial, edificante y pacífica. De una vida que no está en la naturaleza, sino en contacto con ella y escuchándola. Gaspard Noël

El futuro de una especie humana desencarnada, asistida, interconectada y beligerante, muy poco para él: “Sueño con una vida reflexiva, compleja, sensorial, estimulante y pacífica. De una vida no en la naturaleza, sino en contacto con ella y escuchándola. De una humanidad donde la preservación del resto del mundo no sería un esfuerzo de producir, sino una evidencia colectiva, llevada a cabo en el día a día, porque se basa en un vínculo verdadero y feliz con nuestro entorno. Es este vínculo, que creo que es posible, el que trato de representar en mis fotografías”.





Padre de dos niños pequeños, Gaspard Noël alinea su visión del mundo con la educación que da a sus hijos. E incluso más allá. Con su pareja, Vanyda, autora de cómics, participan "en el desarrollo de una tropa joven" en la guardería parental Les Petites Canailles en Lille.


“Hicimos de la Tierra una burbuja con una pared interior opaca. Nos encerramos en una cueva. ¿Cuándo fue la última vez que vio su cielo estrellado? Y sus hijos, ¿Cuántas veces han visto la Vía Láctea? Y apunta que “vivimos vidas extraídas de nuestro medio natural”.

Para no vivir fuera de la naturaleza, hay pequeños y fáciles gestos que hacer. “Pasamos todos los miércoles en una cabaña de cuerdas construida con la preocupación de no dañar ningún árbol, en el corazón de un bosque de Lille, leyendo libros mientras vemos cómo las hojas cambian de color. Estamos felices allí. Creo que yendo en esas direcciones se podría hacer a una escala mucho mayor ".





Ante los retos climáticos del planeta, la respuesta de Gaspard Noël es, por tanto, bastante sencilla. Intenta transmitirlo a sus hijos y al público que lo sigue. En las redes sociales, el fotógrafo comparte su trabajo y recibe críticas muy positivas de las mujeres y hombres cuyos ojos y pensamientos ha aprendido a respetar. Gracias a ellos también progresa "en mi forma de hacer y de existir". Un vínculo "infinitamente precioso" como el que lo une a la naturaleza.

miércoles, 6 de abril de 2022

SERAPIO CARREÑO FOTÓGRAFO

 La Gaceta Ilustrada 1974





Bu-Craa

El mundo quiere ahora preguntar a los habitantes del Sahara español qué van a ser en el futuro. Y medio mundo ha tenido que acudir al mapamundi para saber con exactitud dónde está el Sahara. Hasta hace unos meses hasta que España no anunció su decisión de conceder la autodeterminación al último resto de su imperio colonial; hasta hace unas semanas, hasta que no surgió la posibilidad de una guerra hispano-marroquí en el paralelo 27º 45’ el mando no se había preocupado de los problemas saharauis. Y ahora el mundo tiene prisa por levantar los velos de un pueblo al que El Corán y la inclemencia del desierto han impuesto una rígida justicia que todavía castiga a las prostitutas con cien latigazos en público y aún mantienen encubierta la esclavitud. El mundo mira ahora al Sáhara como los niños un pastel con dos gustos. Los dulces son: Bu-Craa, el yacimiento de los fosfatos más grande de la Tierra y la costa saharaui frente a la que se halla el banco de pesca más importante del Globo.



A través de su dilatada vida entregada al universo apasiónate de la fotografía, ha sabido ser un creativo asumiendo la evolución de la tecnología de la imagen. Desde el bromuro de plata al soporte digital. Pero sin lugar a dudas, el genuino fotógrafo amateur se forja como documentalista en blanco y negro; dominando todo el proceso del logro de la imagen. Desde la concepción de la fotografía en su imaginación creativa, hasta la obtención de la copia en su laboratorio químico. De esta manera se hicieron así mismos los fotógrafos de La Escuela de Madrid. De la cual fue parte integrante en el seno de la Real Sociedad Fotográfica de Madrid. Su brillante carrera como empresario profesional de la imagen, quizás, haya eclipsado los años de su época cuando, integrado en La Colmena, grupo creado por Carlos Miguel Martínez, salía en compañía de Vicente Nieto, Sigfrido de Guzmán, Carlos Hernández Corcho, Donato de Blas, Rafael Sanz Lobato y Evaristo Martínez Botella, a pueblos y comarcas en un radio de cien kilómetros alrededor de Madrid. Estas excursiones se convirtieron en auténticos safaris fotográficos. En sus cámaras se trajeron la España visible y oculta. Más la oficiosa que la oficial. Tomaron parte de la generación de fotógrafos que rompieron con el pictorialismo y se adentraron en el neorrealismo. Abandonaron los estudios instalados en la ciudad y fueron en busca de lo pobre, aquello menos estético, pero más cercano a la España real. En aquellos años 50, 60 y parte de la década de los 70, a veces los vigilantes de la cultura imperante, no se lo pusieron nada fácil. No está exento de dificultades etiquetar con un solo epíteto, el perfil de un fotógrafo de esta generación. Que, sin intención alguna, logró dejar en imágenes la España que oficialmente nos negaron. Con la obra de estos amateurs (amantes de la fotografía) la semilla del Neorrealismo Hispano estaba esparcida.

Serapio Carreño dominó el documentalismo y se adentró en el mundo del fotoperiodismo; trabajando para revistas prestigiosas y cubriendo eventos donde eran protagonistas personajes de todo el espectro español, sin renunciar a cubrir acontecimientos de otros países. El Vaticano acogió de forma muy especial su presencia, con motivo de la muerte y funerales del papa Pablo VI. No se sabe qué le motivo que se subiera a un andamio en plena nave central de la basílica de San Pedro, cuando Su Santidad yacía córpore in sepulto. Aunque es fácil de adivinar que la arriesgada decisión fuera motivada por su arraigo documentalista de los años de La Colmena. Pero su profesionalidad a la hora de captar secuencias históricas, en verdad fue quien le puso alas para subirse a las alturas de la cátedra de San Pedro. Con trípode, teleobjetivo, serenidad y paciencia. Y así captar unos primeros planos del rostro del pontífice en su pleno rigor mortis. Se tomó el tiempo suficiente hasta que la Guardia Suiza, le hizo bajar de las alturas y acompañarle a las cárceles del Vaticano. Cuando la guardia pontificia investigó sus verdaderas intenciones, le pusieron en libertad y respetaron su material fotográfico. Ahora se jacta y con satisfacción de haberse traído el rictus papal más dramático y al mismo tiempo único.

Sus diplomas, títulos y premios siembran su vida consagrada a la fotografía; aceptando los retos del progreso y de su permanente actualización. Es un fotógrafo clásico y actual. Analógico y digital. Ha hecho compatible y dialogante lo artesano con las nuevas tecnologías. Es un fotógrafo joven e innovador que tiene la experiencia de dos siglos.

 Pedro Taracena Gil

Fotógrafo amateur



Libro PDF: 

Rebuscando en el archivo

Serapio Carreño

Este fotógrafo ha sido capaz de abarcar el proceso completo del hecho fotográfico. Reportero gráfico emprendedor creando un centro de tratamiento de la imagen capaz de adaptarse al vertiginoso cambión, del laboratorio químico a la digitalización del siglo XXI. Miembro de la Real Sociedad Fotográfica, fotógrafo documentalista y fotógrafo destacado de la llamada Escuela de Madrid. Integrante del grupo La Colmena.




martes, 5 de abril de 2022

YO, ALFARERO

 

INVESTIGACIÓN FOTOGRÁFICA



Por Pedro Taracena Gil

Madrid 1944

Fotógrafo y periodista

Bloguero

Yo, alfarero

Si tuviera que comenzar ahora mi vida profesional, no tengo dudas sobre cual o cuales serían mis preferencias, a la hora de desarrollar mi vocación. Sobre todas las opciones, fotógrafo. Mis primeras fotografías las tiré hacia el año 68. No obstante contemplo la actividad de fotógrafo o retratista como se les llamaba antaño, apoyando las imágenes con literatura e ilustrando los textos con fotografías. Unido a esta actividad gráfica, desarrollaría el periodismo escrito. Artículos de fondo, ensayos o columnas de opinión. Tampoco renunciaría a la escritura de relatos cortos. Mis primeros textos escritos al ordenador por mí mismo comienzan en el año 93. Aunque mi primer texto publicado fue en el año 70 en el semanario Triunfo, mecanografiado por mi mujer. Para mí la actividad de escribir es una necesidad. Y la cámara fotográfica nunca me ha faltado en mis viajes. Es curioso porque en mis años de adolescencia y juventud, ninguna de estas opciones estuvieron presentes en mis preferencias.





Guillermo Díaz Lathiere

De niño me gustaba modelar barro; haciendo figuras que trataban de imitar a la imaginería de la iglesia de Yunquera, pueblo donde viví hasta los 14 años. Hasta un pariente de mi padre que era marmolista, contempló mi obra. Ya de mayor pude contactar con Pedro Mercedes, un gran alfarero de Cuenca y en Alba de Tormes otro artesano del barro me permitió, por primera vez en mi vida, amasar con mis manos sobre un torno una pella de arcilla. Fue un momento inolvidable, aún conservo las fotos con la expresión de mi rostro contemplando mi primera orza aunque sin vidriar. Pero eso no era una profesión de provecho, me decían... Y de todas las prácticas que en la escuela laboral desarrollé para elegir una profesión, aquellas que más me gustaban, eran las que menos salida tenían en la época. Había que elegir una especialidad con futuro. Una profesión técnica. No obstante como la cabra tira al monte, hice una convalidación para obtener el bachillerato de letras.





Guillermo Díaz Lathiere

Una vez iniciada y encauzada mi vida profesional, fue mi deseo acceder a la Universidad Nacional de Educación a Distancia, para estudiar Filosofía y Ciencias de la Educación, en los años 70. Aquí descubrí mi vocación por la pedagogía y el humanismo. Que después me sirvieron, sin duda, para ser un cualificado interlocutor con los maestros de mis hijos; asumiendo mi papel de padre y educador. También el destino quiso que me implicara durante diez años en la formación de adultos. Y siempre que he tenido ocasión me he enriquecido de una vasta cultura humanista. A pesar de no desarrollar ninguna actividad de humanidades, estoy satisfecho de haber consumado una vocación más que originaria, emergente. En la empresa mi proyección ha sido dinámica, muy variada, con cierta autonomía creativa, trabajando en equipo y con gran sentido de la delegación. Y por supuesto dentro de un humanismo posible y democrático. La oportunidad de trabajar en toda España y viajar al extranjero, me ha supuesto una auténtica universidad de la vida. Otros viajes por el mundo y veranos de estudio fuera de España, han sido un complemento para formarme en una cultura universal, tolerante y rica en el conocimiento del ser humano.




Pedro Taracena Gil


Mientras esto acaecía, mi vocación seguía diluida y sólo veía claro el punto hacia el cual se orientaba. Un humanismo cada día más amplio y más firme. Aquel niño aficionado a la alfarería, que era capaz de modelar en barro todos los santos, santas y vírgenes de la iglesia de San Pedro, aún no había consumado la vocación a la cual se veía inclinado cuando tenía 8, 10 o 14 años. Mi actividad laboral se ha visto arropada por una creciente vida cultural. El teatro, como actor aficionado y espectador. La literatura como lector y alumno de talleres literarios. A la música como oyente de conciertos, música sacra y canto gregoriano. Algunos autores desde mi más temprana edad han marcado mi humanismo en libertad y progreso. Unamuno, Marañón, Valle Inclán, García Lorca, Papinni, Machado, Miguel Hernández, Arrabal. Ocupando un lugar muy importante el teatro de los clásicos griegos. La década de los 60 fue mi descubrimiento del teatro de todas las épocas. Y no había obra de teatro en Madrid que yo no conociera. Casona, Tirso, Lope, Lorca, O’Neil, Ionesco, Shakespeare, Cervantes, Zorrilla, Pirandelo, Buero, Camus, Gogol y sobre todo una gran variedad de temas y autores. Sin renunciar a las ofertas típicamente lúdicas de la época. Operetas, zarzuelas y revistas musicales. Ya en los años 80 tomo parte como miembro de la Real Sociedad Fotográfica y del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Contactando con fotógrafos consagrados, talleres de fotografía y lecciones magistrales.




Guillermo Díaz Lathiere


Han enriquecido mi cultura en disciplinas donde mis aptitudes son nulas, a través de pintores como Francisco Arjona, al cual le he realizado un reportaje fotográfico, Narciso Tardón, compañero del Servicio Militar, Guillermo Delgado y los herederos de Manuel Viola, de los cuales dispongo de su legado personal, varias obras. He tenido la suerte de conocer al pintor Carlos Santiesteban y colaborar en salvar virtualmente un mural pintado por él, cuyo trabajo se publicó en la sección de Arte y Cultura de La Nueva Alcarria de Guadalajara. Del mundo del teatro, he podido relacionarme con el actor Joaquín Notario, de cuyas interpretaciones, he escrito varias crónicas en la prensa local de Guadalajara, José María Rodero, su esposa Elvira Quintillá y Carlos Lemos. En sus tertulias tuve la oportunidad de aprender mucho de teatro. Desde la edad de oro de la revista Triunfo, donde me publicaron varios trabajos, uno de los cuales con motivo del estreno de Yerma en montaje de Víctor García e interpretada por Nuria Espert, hasta los años 2000, he jugado a periodista en diferentes medios y sobre todo en el nuevo periodismo digital. Mis vivencias hasta los 14 años en Yunquera de Henares, las he recogido en unas Crónicas que el Ayuntamiento está en trámite de publicar, pero resignado a que sea mi viaje a Ítaca... Estas Crónicas están prologadas por  fray Ramón Molina un amigo del pueblo monje benedictino, en el monasterio de Layre en Yesa Navarra-






Guillermo Díaz Lathiere

Todas estas etapas han estado inmersas en un contexto social, político, económico, europeo y religioso, al cual yo no he sido ajeno y me ha tocado tomar partido, si deseaba ser protagonista de mi tiempo. Las primeras pautas fueron tres eventos que serían el preludio del cambio que vendría más tarde. Los acontecimientos de Mayo del 68 francés. El “agiornamneto” propiciado por el concilio Vaticano II y la Revolución de los Claveles de Portugal. Más tarde viví los grandes retos de la transición española: Dictadura o democracia. República o Monarquía. Izquierdas o derechas. Mi humanismo comprometido me llevó a posturas progresistas de las cuales jamás he variado lo más mínimo mi posición. Tomaban parte, también, de mi vocación. Este anexo a mi currículum, atípico y establecido a destiempo, puede considerarse como una propuesta de reflexión, sobre el cada vez más arduo dilema de la elección vocacional.




Autorretrato

Si analizamos el historial de cualquier persona que se encuentre cerca de clausurar su actividad profesional, salvo honrosas excepciones, no hubo nada definitivo en las primeras opciones presuntamente vocacionales. Y sobre todo hay que ser muy pragmático. No es lo mismo poseer aptitudes, es decir valer para tal o cual función, que tener la actitud, la voluntad y el gusto para llevarlo a cabo. Querer y valer son verbos muy diferentes. Superando estas premisas, como más elementales, la preparación continua en todos los órdenes, es una buena rampa de lanzamiento. Y arrojo para tomar decisiones de cambio en cualquier momento del camino emprendido. En general, el epílogo que se podría añadir en cualquier currículum, sería el desarrollo de las vocaciones expuestas como anexos, que normalmente se colocan bajo el enunciado de otras actividades. Y sin embargo podría constituir el proyecto vocacional de toda una vida. Los ateneos, casas de cultura, talleres de pintura, alfares, universidades populares y un sinfín de ágoras, son testigos del desarrollo de vocaciones tardías. Otras vidas que aprovechan otras oportunidades que configuran otros mundos, a partir del umbral de la llamada tercera edad.




Guillermo Díaz Lathiere