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martes, 5 de abril de 2022

YO, ALFARERO

 

INVESTIGACIÓN FOTOGRÁFICA



Por Pedro Taracena Gil

Madrid 1944

Fotógrafo y periodista

Bloguero

Yo, alfarero

Si tuviera que comenzar ahora mi vida profesional, no tengo dudas sobre cual o cuales serían mis preferencias, a la hora de desarrollar mi vocación. Sobre todas las opciones, fotógrafo. Mis primeras fotografías las tiré hacia el año 68. No obstante contemplo la actividad de fotógrafo o retratista como se les llamaba antaño, apoyando las imágenes con literatura e ilustrando los textos con fotografías. Unido a esta actividad gráfica, desarrollaría el periodismo escrito. Artículos de fondo, ensayos o columnas de opinión. Tampoco renunciaría a la escritura de relatos cortos. Mis primeros textos escritos al ordenador por mí mismo comienzan en el año 93. Aunque mi primer texto publicado fue en el año 70 en el semanario Triunfo, mecanografiado por mi mujer. Para mí la actividad de escribir es una necesidad. Y la cámara fotográfica nunca me ha faltado en mis viajes. Es curioso porque en mis años de adolescencia y juventud, ninguna de estas opciones estuvieron presentes en mis preferencias.





Guillermo Díaz Lathiere

De niño me gustaba modelar barro; haciendo figuras que trataban de imitar a la imaginería de la iglesia de Yunquera, pueblo donde viví hasta los 14 años. Hasta un pariente de mi padre que era marmolista, contempló mi obra. Ya de mayor pude contactar con Pedro Mercedes, un gran alfarero de Cuenca y en Alba de Tormes otro artesano del barro me permitió, por primera vez en mi vida, amasar con mis manos sobre un torno una pella de arcilla. Fue un momento inolvidable, aún conservo las fotos con la expresión de mi rostro contemplando mi primera orza aunque sin vidriar. Pero eso no era una profesión de provecho, me decían... Y de todas las prácticas que en la escuela laboral desarrollé para elegir una profesión, aquellas que más me gustaban, eran las que menos salida tenían en la época. Había que elegir una especialidad con futuro. Una profesión técnica. No obstante como la cabra tira al monte, hice una convalidación para obtener el bachillerato de letras.





Guillermo Díaz Lathiere

Una vez iniciada y encauzada mi vida profesional, fue mi deseo acceder a la Universidad Nacional de Educación a Distancia, para estudiar Filosofía y Ciencias de la Educación, en los años 70. Aquí descubrí mi vocación por la pedagogía y el humanismo. Que después me sirvieron, sin duda, para ser un cualificado interlocutor con los maestros de mis hijos; asumiendo mi papel de padre y educador. También el destino quiso que me implicara durante diez años en la formación de adultos. Y siempre que he tenido ocasión me he enriquecido de una vasta cultura humanista. A pesar de no desarrollar ninguna actividad de humanidades, estoy satisfecho de haber consumado una vocación más que originaria, emergente. En la empresa mi proyección ha sido dinámica, muy variada, con cierta autonomía creativa, trabajando en equipo y con gran sentido de la delegación. Y por supuesto dentro de un humanismo posible y democrático. La oportunidad de trabajar en toda España y viajar al extranjero, me ha supuesto una auténtica universidad de la vida. Otros viajes por el mundo y veranos de estudio fuera de España, han sido un complemento para formarme en una cultura universal, tolerante y rica en el conocimiento del ser humano.




Pedro Taracena Gil


Mientras esto acaecía, mi vocación seguía diluida y sólo veía claro el punto hacia el cual se orientaba. Un humanismo cada día más amplio y más firme. Aquel niño aficionado a la alfarería, que era capaz de modelar en barro todos los santos, santas y vírgenes de la iglesia de San Pedro, aún no había consumado la vocación a la cual se veía inclinado cuando tenía 8, 10 o 14 años. Mi actividad laboral se ha visto arropada por una creciente vida cultural. El teatro, como actor aficionado y espectador. La literatura como lector y alumno de talleres literarios. A la música como oyente de conciertos, música sacra y canto gregoriano. Algunos autores desde mi más temprana edad han marcado mi humanismo en libertad y progreso. Unamuno, Marañón, Valle Inclán, García Lorca, Papinni, Machado, Miguel Hernández, Arrabal. Ocupando un lugar muy importante el teatro de los clásicos griegos. La década de los 60 fue mi descubrimiento del teatro de todas las épocas. Y no había obra de teatro en Madrid que yo no conociera. Casona, Tirso, Lope, Lorca, O’Neil, Ionesco, Shakespeare, Cervantes, Zorrilla, Pirandelo, Buero, Camus, Gogol y sobre todo una gran variedad de temas y autores. Sin renunciar a las ofertas típicamente lúdicas de la época. Operetas, zarzuelas y revistas musicales. Ya en los años 80 tomo parte como miembro de la Real Sociedad Fotográfica y del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Contactando con fotógrafos consagrados, talleres de fotografía y lecciones magistrales.




Guillermo Díaz Lathiere


Han enriquecido mi cultura en disciplinas donde mis aptitudes son nulas, a través de pintores como Francisco Arjona, al cual le he realizado un reportaje fotográfico, Narciso Tardón, compañero del Servicio Militar, Guillermo Delgado y los herederos de Manuel Viola, de los cuales dispongo de su legado personal, varias obras. He tenido la suerte de conocer al pintor Carlos Santiesteban y colaborar en salvar virtualmente un mural pintado por él, cuyo trabajo se publicó en la sección de Arte y Cultura de La Nueva Alcarria de Guadalajara. Del mundo del teatro, he podido relacionarme con el actor Joaquín Notario, de cuyas interpretaciones, he escrito varias crónicas en la prensa local de Guadalajara, José María Rodero, su esposa Elvira Quintillá y Carlos Lemos. En sus tertulias tuve la oportunidad de aprender mucho de teatro. Desde la edad de oro de la revista Triunfo, donde me publicaron varios trabajos, uno de los cuales con motivo del estreno de Yerma en montaje de Víctor García e interpretada por Nuria Espert, hasta los años 2000, he jugado a periodista en diferentes medios y sobre todo en el nuevo periodismo digital. Mis vivencias hasta los 14 años en Yunquera de Henares, las he recogido en unas Crónicas que el Ayuntamiento está en trámite de publicar, pero resignado a que sea mi viaje a Ítaca... Estas Crónicas están prologadas por  fray Ramón Molina un amigo del pueblo monje benedictino, en el monasterio de Layre en Yesa Navarra-






Guillermo Díaz Lathiere

Todas estas etapas han estado inmersas en un contexto social, político, económico, europeo y religioso, al cual yo no he sido ajeno y me ha tocado tomar partido, si deseaba ser protagonista de mi tiempo. Las primeras pautas fueron tres eventos que serían el preludio del cambio que vendría más tarde. Los acontecimientos de Mayo del 68 francés. El “agiornamneto” propiciado por el concilio Vaticano II y la Revolución de los Claveles de Portugal. Más tarde viví los grandes retos de la transición española: Dictadura o democracia. República o Monarquía. Izquierdas o derechas. Mi humanismo comprometido me llevó a posturas progresistas de las cuales jamás he variado lo más mínimo mi posición. Tomaban parte, también, de mi vocación. Este anexo a mi currículum, atípico y establecido a destiempo, puede considerarse como una propuesta de reflexión, sobre el cada vez más arduo dilema de la elección vocacional.




Autorretrato

Si analizamos el historial de cualquier persona que se encuentre cerca de clausurar su actividad profesional, salvo honrosas excepciones, no hubo nada definitivo en las primeras opciones presuntamente vocacionales. Y sobre todo hay que ser muy pragmático. No es lo mismo poseer aptitudes, es decir valer para tal o cual función, que tener la actitud, la voluntad y el gusto para llevarlo a cabo. Querer y valer son verbos muy diferentes. Superando estas premisas, como más elementales, la preparación continua en todos los órdenes, es una buena rampa de lanzamiento. Y arrojo para tomar decisiones de cambio en cualquier momento del camino emprendido. En general, el epílogo que se podría añadir en cualquier currículum, sería el desarrollo de las vocaciones expuestas como anexos, que normalmente se colocan bajo el enunciado de otras actividades. Y sin embargo podría constituir el proyecto vocacional de toda una vida. Los ateneos, casas de cultura, talleres de pintura, alfares, universidades populares y un sinfín de ágoras, son testigos del desarrollo de vocaciones tardías. Otras vidas que aprovechan otras oportunidades que configuran otros mundos, a partir del umbral de la llamada tercera edad.




Guillermo Díaz Lathiere



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