Un relato de amistad
HEMEROTECA
NUEVA ALCARRIA Artes y Letras VIERNES,
6 de agosto de 1999
Recuperado un fresco de Carlos Santiesteban
Durante el verano de 1967, un fraile agustino, Gonzalo Gómez Zamalloa, regentaba la parroquia de Ntra. Sra. de la Esperanza en Madrid. Un templo prefabricado construido al uso de aquellos años en los barrios periféricos de la capital. Su pasión por el teatro y por la culturización de la juventud, le llevó a encargar al constructor Fariñas, alzar un salón de actos, en los terrenos adjudicados a la iglesia. Allí se construyó un local que serviría para representar obras de teatro y revistas orales. A las revistas orales acudirían actrices, actores y personalidades del mundo de la cultura y del espectáculo. José María Rodero, Elvira Quintilla, Niní Montián, Trini Alonso, Guillermo Marín, entre otros. Se montaron obras como: "Llama un inspector", "La visita que no tocó el timbre", "Escuadra hacia la muerte" y algún sainete de los hermanos Álvarez Quintero. Festivales doblando canciones con montajes de zarzuelas y lectura de obras de teatro como, "Nosotros, ellas y el duende". Al mismo tiempo funcionaba el Cine club. Al más puro estilo de los años sesenta. "¡Viva Zapata!", "La» busca", fueron películas proyectadas y discutidas, la noche de los jueves.
El Padre Zamalloa
encargó al pintor de Guadalajara, Carlos Santiesteban. Un mural para decorar la
pared izquierda del patio de butacas. Su dimensión se extendía a lo largo de
quince metros de longitud y unos tres y medio de alto. Santiesteban pintó el
mural sobre el yeso de la pared, es decir, con la técnica del fresco. Utilizó para ello
paletillas, más concretamente cuchillas, marcando trazos sobre el propio yeso.
Los motivos eran cuatro ángeles, personajes alegóricos de las diferentes
sensibilidades de la cultura. La Literatura, la Pintura, la Música, la
Declamación, etc. Uno de los ángeles tiende a escaparse del mural tras una
volátil paloma de la paz. Sí efectuamos una lectura del cuadro, como si fuera
un texto, encontramos como preámbulo, el ancla de la esperanza En su panel
central, el grupo angelical presenta armonizando en sus manos una delicada
expresión. El gran sol de Levante, nos anuncia el amanecer de la paz y la
realización del hombre a través de la belleza y de la sensibilidad. El salón y
su mural fueron símbolo de un desarrollo cultural, sin precedentes en un barrio
de las afueras de Madrid. Además de ejercer un liderazgo social y cultural,
este religioso de vocación tardía, logró que algunos jóvenes. Chicas y chicos,
llegaran a la Universidad, siendo todos mayores de 20 años, después de estudiar
el Bachillerato. El Padre Zamalloa, después de licenciarse en Derecho, profesó
en la orden de San Agustín con 23 años. Esta experiencia de la vida, le
permitió comprender a la juventud y él mismo les preparó y les presentó a
examen en el Instituto, para entrar en la cultura y en la educación. Por si su
saber hacer y estar en el mundo, le faltara alguna reválida, vivió el Mayo del
68 en el mismo París, durante aquel mismo verano. Detrás de estos eventos, allí
estaban, la amistad y hermandad habidas entre el sacerdote y el pintor. Dos
líderes embriagados por la sensibilidad.
En la primavera del
año 1970, ante la incomprensión de aquella juventud, el Padre Zamalloa abandona
la parroquia y los agustinos le nombran prior del convento de San Manuel y San
Benito en la calle Alcalá de Madrid y definidor de la orden. A partir de estos
años. El salón ya no tendría la misma actividad y el mural de Carlos
Santiesteban levantaba acta de una lánguida decadencia cultural. El salón
prestaba sus muros exclusivamente para las litúrgicas de la parroquia. No
obstante, en muchos hogares se conserva el maravilloso mural como fondo de sus
enlaces matrimoniales. El Padre Zamalloa falleció en septiembre de 1971, en un
trágico accidente de ferrocarril, en un viaje de Madrid a Irúm.
En los años setenta,
un incendio destruyó el techo del escenario. Y más tarde, en los años ochenta,
una grúa utilizada para la construcción de un aparcamiento subterráneo, cayó
sobre la mitad del tejado del edificio del salón, produciendo la destrucción
del mismo y el comienzo de su desaparición. La comunidad agustiniana no supo o
no pudo reconstruir el salón. Tampoco las autoridades del distrito tenían
conocimiento de la joya que allí se guardaba. El complejo formado por la
residencia de los párrocos y el propio edificio del salón no debía de estar en
regla con las ordenanzas al uso en esa época. Y mucho menos tomar parte de un
catálogo oficial. Ante el abandono general, el mural presentaba el aspecto que muestran
las fotografías. El estado no podía ser más lamentable. El vandalismo, la
incultura y la ausencia de toda sensibilidad, se habían ensañado con la
delicada obra de Carlos Santiesteban. Meses después todo el complejo se
destruyó y hoy es un solar que sólo conserva los baldosines del suelo del
edificio. Al lado hay un aparcamiento subterráneo y el viejo edificio
prefabricado, donde se ubicó la parroquia es un bogar de la tercera edad. La
comunidad parroquial se ha fusionado en la iglesia de Santa Ana, que fue
construida a cien metros de allí por el arquitecto Fisac, en los años sesenta.
El único testimonio que queda de esta obra de Carlos Santiesteban es este
material fotográfico. El restaurador ha logrado recuperar digitalmente el mural
original con su total esplendor. Aquel fresco que ocupó la misma superficie que
una vivienda de aquel barrio. Se encuentra atrapado en un CD ROM. Este trabajo
es un recuerdo a su amical relación. No
hay duda que Gonzalo y Carlos mantuvieron una hermandad sellada por esta obra
de arte que hoy podemos contemplar. Para el fotógrafo y restaurador del mural,
Gabriel Taracena, también supone un recuerdo cariñoso al amigo fallecido. La
publicación de este material fotográfico, así como la historia del mural de
Carlos Santiesteban supone una exclusiva para NUEVA ALCARRIA y un desagravio
para la obra de un artista de nuestra provincia.
Restaurador digital: Gabriel Taracena
Fotos de las ruinas: Pedro Taracena
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